
Cuadernos del Laberinto, 2017
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Su madre era una buena conversadora. Agradeció a Vero y a Emilia que hubiesen cuidado de las chicas y les preguntó, sonriendo para dar a entender que ya conocía su respuesta, si se habían portado bien, qué tal estaba Toñín y si habían encontrado Madrid muy caluroso. Después comentó dirigiéndose a Emilia lo difícil que debía de ser la viudedad, y más con una hija pequeña, porque su esposo murió cuando Vero era pequeñita, ¿verdad? Lo que no puedo imaginar es cómo educan a un niño los padres separados, perdóneme, Vero, pero es que estoy muy anticuada, las cosas de las jóvenes de ahora me superan… ¿Un poquito más de zumo o prefiere té?